De todas las leyendas sobre las que he
escrito estas pueden ser con mucha diferencia de las más antiguas. Frigia,
antigua región del oeste de Asia menor. Sus habitantes tienen mucho que ver con
Cibeles, Los primeros cultos secretos que se introdujeron en Roma fueron los de
la diosa frigia Cibeles. Era protectora de los hombres y de los pueblos, gran matriarca. Además de ser benevolente con
su pueblo, tenía una melena larga y rubia. Lucía una corona creada por las
madres asiáticas en forma de muralla y vestía túnica griega y un manto blanco
que se pierde en el carruaje. En sus manos lleva el cetro que le otorga poder y
que la acredita como diosa de la naturaleza. En la noche de San Juan, sus aguas
han sido utilizadas para purificar a las mujeres siendo reclamo de fertilidad y
prosperidad. Vivía en Olimpo y conoció a un pastor de Atis, de belleza notable.
Se enamoró de este Celenés y lo llevo consigo para que fuera guardián y
sacerdote de su templo, por lo que debía
guardar castidad. Pero una noche, el joven conoció a la ninfa Sagaritis y cayó
preso en las redes de la pasión. A la mañana siguiente el pastor se castró,
pero para Cibeles era demasiado tarde y lo convirtió en árbol furiosa por la
infidelidad. Hay otra leyenda que alude a los leones que suelen acompañarla, es
del de los amantes atalanta e Hipónemes. Atalanta en su nacimiento fue
abandonada por su padre en el monte Partenio. Creció fuerte, ágil y veloz. No tenía miedo y se consagro como Artemisa
diosa de la caza y la virginidad. Su padre tras reconocerla como hija quiso
casarla con un joven del lugar por interés, y ella para evitarlo propuso una
carrera. Si el ganador era ese joven, se casaría, sino mataría a su
contrincante. Varios lo intentaron y todos perecieron hasta que llegó el último
aspirante, Hipómenes. Este candidato conocía la codicia de la joven, y para
asegurar su triunfo recurrió a la diosa del amor, Afrodita. La prueba tuvo
lugar en el jardín de Hespérides (dicen los mitólogos, que es el lugar donde se
encuentran actualmente las Islas canarias). Hipómenes ganó la carrera poniendo
como trampa tres manzanas de oro que Atalanta se paraba a recoger, una trampa
sencilla. Cumplió su promesa y acabaron casándose y con el tiempo, enamorados.
Así fue como se refugiaron en el santuario de Zeus y culminaron su pasión. Zeus
indignado por la profanación, los convirtió en leones para el resto de sus vidas y la diosa
Cibeles, apiadándose de ellos, los amarro a su carro para que permanecieran
juntos para toda la eternidad.