martes, 1 de septiembre de 2015

LEYENDA 4 VOCES EN LA DGS

VOCES EN LA DGS EN LA PUERTA DEL SOL
Dgs para quienes no la conocieran son las siglas de lo que era la Dirección General de Seguridad, en activo desde 1886, y hasta 1986 convertida en secretaria de estado. Se encuentra ubicado en lo que es hoy la sede del gobierno regional de la comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol. Fue un lugar siniestro que frecuentaron delincuentes y presos políticos con cuentas pendientes con la justicia. Los comisarios que la dirigieron se hicieron famosos por sus técnicas, poco ortodoxas. Un comisario, el señor Conesa era el más temido de la última etapa franquista. En una ocasión dijo algo así como, “Vayan tocando a este mamarracho mientras veo el partido de la copa de Europa, que ahora vengo”. Este testimonio es de Luis de las Barreras, capturado por la policía cuando iba a salir del país desde Barcelona en mayo de 1975.  Comenzaron por una ronda de golpes y luego le aplicaron la técnica de la botella borracha , pero a tortazos. Se fueron calentando hasta que le aplicaron otra técnica de tortura, El pato. Consistía en esposar las manos por debajo de las rodillas y obligar a andar a patadas y golpes; luego le hicieron el quirófano, sentarse sobre una mesa esposado dando golpes hasta conseguir tirarle para atrás. Pero quizá el director de la DGS más trascendental fue Carlos Arias Navarro. Sus actuaciones durante la Guerra Civil ya marcaban su impronta. Conocido como “el carnicero de Málaga”, Arias Navarro estuvo al frente de la DGS entre junio de 1957 y febrero de 1965, cuando fue nombrado alcalde de Madrid. Bajo la dirección de Arias Navarro se produjeron dos de los hechos más destacables de la DGS. La muerte del comunista Julián Grimau y de los anarquistas Francisco Granado y Joaquín Delgado. Las muertes de estas dos personas no fueron las únicas, y este hecho da paso a los comentarios de los vigilantes de seguridad que custodian el centro, por no hablar de los cuerpos de seguridad del estado, que dicen escuchar en las noches más frías golpes en sus puertas tapiadas, gritos de clemencia como “abran soy inocente” o “no me matéis no me matéis”, este último dato lo aporta un personaje histórico de este lugar, con el que pude hablar, y  que no quiere facilitar su nombre.


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