La Casa del Duende estaba situada entre las calles Duque de Liria,
Mártires de Alcalá y la plaza Seminario de Noble. Este inmueble, tomo su nombre
tras una serie de sucesos en los que estos pequeños personajes de fantasía
estuvieron involucrados. Si, Madrid acoge a todo el mundo, incluidos los
duendes. Los primeros propietarios de entonces, utilizaban el lugar como sitio
de apuestas, timbas y juego. Una de tantas noches se en mitad de una partida
amañada comenzaron a discutir y, de repente, entró en la habitación un hombre
bajito con mucha educación que les pidió que se callaran. No sabían quién era
ese hombre y prosiguieron con la discusión. Como no cesaba la pelea, aparecieron
una docena de ellos armados y empezaron a golpearles. Ante este hecho, los
inquilinos huyeron sin volver al día siguiente. Tras este suceso, la casa pasó
a manos de una marquesa, la cual cuando estaba llevando sus las cosas, se quejó
de que le faltaban varios objetos. Pensando que había sido alguno de sus
criados, fue a echarles la bronca, pero en ese momento aparecieron varios
hombres de baja estatura que portaban estos objetos y los dejaron en la
habitación sin mediar palabra ante el estupor de la dueña. La marquesa que no
podía creer lo que había visto, no volvió a pisar la casa, la dejo huérfana de
huéspedes. Tiempo más tarde, otro inquilino, el religioso Melchor de Avellaneda
también tuvo estas apariciones, pero en esta ocasión vestidos de monaguillos,
no se llevaron nada. Al tiempo, después de varias escenas similares y tras
varias apariciones de estos duendes, dejó la casa. La ultima y siguiente inquilina de la que sabemos su
historia, fue una lavandera que atestigua que los duendes siguieron haciendo de
las suyas, tirando la ropa lavada, y sin embargo posteriormente que la ayudaron
a recogerla, ante el asombro y posterior temor de la mujer, que en varias
ocasiones más tuvo problemas con ellos. Con el paso de los años y hasta su
desaparición, todas estas historias fueron corriendo de boca en boca y como la
pólvora entre los habitantes de Madrid. Tanto fue así que llegó a oídos de la Santa
Inquisición, que practicó un exorcismo a la casa y más adelante quedó en el
olvido y fue demolida.