martes, 13 de junio de 2023

LEYENDA 58 EL LAZO

 

Alfonso X de Castilla, llamado «el Sabio» nació en Toledo, 23 de noviembre de 1221 y murió Sevilla, 4 de abril de 1284. Fue rey de la Corona de Castilla y de los demás reinos con los que se intitulaba entre 1252 y 1284. A la muerte de su padre, Fernando III «el Santo», reanudó la ofensiva contra los musulmanes, y ocupó Jerez (1253), arrasó Salé, el puerto de Rabat (1260) y conquistó Cádiz (1262). En 1264, tuvo que hacer frente a una importante revuelta de los mudéjares de Murcia y del valle del Guadalquivir. Como hijo de Beatriz de Suabia, aspiró al trono del Sacro Imperio Romano Germánico, proyecto al que dedicó más de la mitad de su reinado sin obtener éxito alguno. Los últimos años de su reinado fueron especialmente sombríos, debido al conflicto sucesorio provocado por la muerte prematura de su primogénito, Fernando de la Cerda, y la minoría de edad de sus hijos, lo que desembocó en la rebelión abierta de su hijo el infante Sancho y gran parte de la nobleza y las ciudades del reino.​ Alfonso murió en Sevilla durante el transcurso de esta revuelta, habiendo desheredado a su hijo Sancho. En cuanto a aspectos administrativos llevó a cabo una activa y beneficiosa política económica, reformando la moneda y la hacienda, concediendo numerosas ferias y reconociendo al Honrado Concejo de la Mesta. En su estancia en Madrid, y durante toda su vida tuvo problemas para encintar una mujer que satisficiera sus deseos. Entre candidatas y rechazos mantuvo varios amoríos secretos quedándose prendado de una bella joven con un pelo rubio, largo y precioso. La casa de esta joven estaba situada cerca del Alcázar Real  por lo que muchos de los vecinos ya conocían su secreto. María Dalanda así se llamaba esta amante en todas las fiestas y encuentros lucia ese lazo rojo de seda, hasta una noche que no lo llevo. Al día siguiente el rey mando a uno de sus espías a vigilar la casa de su amante, y esa persona de confianza de palacio confirmo lo que el monarca se esperaba, María enamoriscada de otro joven. El rey Alfonso llevado por la ira dio instrucciones de aniquilar por completo a este joven que apareció muerto cerca de la casa de María Dalanda, al lado de él, ensangrentado, el lazo rojo que “El Sabio” regalo a su amada. Desde entonces esa calle se llama la calle del lazo.




LEYENDA 57 VAMPIROS EN EL MATADERO DE MADRID

Se acuerdan de Enriqueta Martí “la Vampira de Barcelona”?. Secuestraba, prostituía y asesinaba a niños para extraerles la sangre, las grasas y el tuétano de los huesos y elaborar pócimas que sus clientes consideraban mágicas. Sembró el pánico en las calles de la Barcelona de 1912. El relato de las dos niñas que liberó la policía fue recogido por la prensa de la época con buena dosis de morbo y horror. Aquí, en la capital, concretamente en el matadero de Madrid, lejos de la psicosis catalana, sucedió algo significativo. Saben, que el matadero y mercado municipal de ganados de Madrid fue un conjunto de 48 edificios y 165.415 metros cuadrados dedicado a realizar funciones de matadero industrial y mercado de ganados en la ciudad durante la mayor parte del siglo XX. Fue a finales del siglo anterior, y ante el crecimiento de la ciudad con sus problemas de higiene, cuando las autoridades madrileñas comienzan a pensar en la creación de un matadero industrial que abasteciese a toda la ciudad. Desde entonces sufre varios cambios hasta que en los años 90, el arquitecto Antonio Fernández Alba transformó los antiguos establos de vacuno en sede del Ballet Nacional de España y de la Compañía Nacional de Danza. El matadero estuvo en funcionamiento casi durante seis décadas. Su leyenda más curiosa y muy similar a la versión de Enriqueta Martí, se basa en la  creencia firme de que la sangre y las vísceras que se consumieran en el momento, darían vigor, fuerza o efectos curativos. Así surgen los llamados vampiros madrileños. En 1933 la revista Estampa, ofrece un reportaje en el que habla de personas que bebían sangre de los animales sacrificados. Los vampiros bebedores acercan su vaso a sus labios sin reparo invadidos por la fuerza de la sugestión ingiriendo el contenido, alguno tiene que hacer gran esfuerzo para apurar el vaso, como si su estómago se opusiese, pero al fin queda satisfecho adquiriendo la energía. En algunas ocasiones las filas de personas que acudían a la ingesta era bastante grande. Con el paso del tiempo y las nuevas normativas sanitarias, este tipo de permisos desaparecieron y los denominados Vampiros Madrileños dejaron de acudir a por su ración de vísceras y sangre asegurada.




LEYENDA 56 LA PUERTA HACIA EL INFIERNO EN MADRID

 

Tras el asentamiento de la Corte en Madrid realizado por Felipe II, la ciudad experimentó un rápido crecimiento de expansión y extensión. Para limitarlo en la medida de lo posible y ordenar el urbanismo de la capital, el Rey determinó en 1567 el establecimiento de una nueva cerca que fijase los límites de la ciudad. Se extendió una gran muralla.  Dicha disposición prohibía además la construcción de nuevas edificaciones fuera de ese perímetro. Cumpliendo los dictados emitidos, la nueva cerca fue construida de inmediato, casi en tiempo record, englobando en su perímetro, aquellas áreas que eran hasta entonces extramuros, y que limitaban con la zona  urbana que ya existía. Estudiada por Francisco Iñíguez Almech (Límites y ordenanza de 1567 para la Villa de Madrid, Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo del Ayuntamiento, nº 69, 1955) y Miguel Molina Campuzano, (Planos de Madrid de los siglos XVII y XVIII, Madrid: Instituto de Estudios de Administración Local, 1960), no queda lamentablemente ningún vestigio de ella, más allá de la impronta que su trazado impuso a la configuración de algunos puntos del callejero, ubicación y referencias muy leves. Además, esta obra, cuenta con una leyenda en la que se ve involucrado el ángel no santo. En las paredes de esa muralla se hallaba una puerta maldita. Se llamaba puerta de Valnadu o puerta del diablo y era uno de los accesos de la muralla del siglo XII. Lejos de mapas y ubicaciones ficticias diremos actualmente que se encontraba en el entorno de la plaza de Opera, a sus pies había una gran piedra. Decían que el diablo se apoyó en ella dejando marcada la huella de su mano. Siguiendo una costumbre Árabe, todo el que pasara por allí debía colocar la mano sobre la piedra y escupir para protegerse de la maldición. Ya entrado el siglo XX, y desde el año 1991 una placa en la calle Unión con Vergara  recuerda donde estaba la puerta que fue demolida en 1567 por orden del mismo Felipe II. Una presencia más del diablo en la comunidad de Madrid y su entorno.