Tras el asentamiento de la Corte
en Madrid realizado por Felipe II, la ciudad experimentó un rápido crecimiento
de expansión y extensión. Para limitarlo en la medida de lo posible y ordenar
el urbanismo de la capital, el Rey determinó en 1567 el establecimiento de una
nueva cerca que fijase los límites de la ciudad. Se extendió una gran
muralla. Dicha disposición prohibía
además la construcción de nuevas edificaciones fuera de ese perímetro. Cumpliendo
los dictados emitidos, la nueva cerca fue construida de inmediato, casi en
tiempo record, englobando en su perímetro, aquellas áreas que eran hasta
entonces extramuros, y que limitaban con la zona urbana que ya existía. Estudiada por Francisco
Iñíguez Almech (Límites y ordenanza de 1567 para la Villa de Madrid, Revista de
la Biblioteca, Archivo y Museo del Ayuntamiento, nº 69, 1955) y Miguel Molina
Campuzano, (Planos de Madrid de los siglos XVII y XVIII, Madrid: Instituto de
Estudios de Administración Local, 1960), no queda lamentablemente ningún
vestigio de ella, más allá de la impronta que su trazado impuso a la
configuración de algunos puntos del callejero, ubicación y referencias muy
leves. Además, esta obra, cuenta con una leyenda en la que se ve involucrado el
ángel no santo. En las paredes de esa muralla se hallaba una puerta maldita. Se
llamaba puerta de Valnadu o puerta del diablo y era uno de los accesos de la
muralla del siglo XII. Lejos de mapas y ubicaciones ficticias diremos
actualmente que se encontraba en el entorno de la plaza de Opera, a sus pies
había una gran piedra. Decían que el diablo se apoyó en ella dejando marcada la
huella de su mano. Siguiendo una costumbre Árabe, todo el que pasara por allí
debía colocar la mano sobre la piedra y escupir para protegerse de la
maldición. Ya entrado el siglo XX, y desde el año 1991 una placa en la calle
Unión con Vergara recuerda donde estaba
la puerta que fue demolida en 1567 por orden del mismo Felipe II. Una presencia
más del diablo en la comunidad de Madrid y su entorno.
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